Cuentos.
El vagabundo empresario.
Carlos un joven de clase pauperrima, iletrado, endeble, y de cabello lacio enfilaba una calle de la barriada apesadumbrado despues de la muerte de su madre famelica. El anochecer embotaba las aceras, Carlos vagaba por las calles inhabitadas a las altas horas de la noche, husmeando y mendigando cada rincon por recoveco que fuera y cada cesto de basura. Una anciana que ya se recogia de la helada noche se compadece del joven y le regala una hogaza de pan, Carlos experimentaba una dicha que desbordaba, tantas noches sin probar bocado. Sin premura se refugio en el carton desvencijado que le servia como techo para la lluvia, apunto estaba su paladar en disgustar cuando escucha un llanto lastimero, lo invade la curiosidad y acude en pos de los alaridos. Observa con avidez a un hombre con indumentaria andrajosa, descalzo y secundado por unos cuantos golpes en el rostro, el hombre lloraba en lagrima viva. El desahuciado mira la hogaza con los ojos anegados en lagrimas, y sin mediar palabras instaba a que le dieran un poco, Carlos intento mostrarse reacio, ¿como abandonar el alimento que a mi se me ha sido negado en tantas veladas?, pero algo habia en ese sujeto que mitigaba compasion, Carlos rememoro no sin cierta tristeza el obrar noble de su madre, que noches frias ella le donaba sus sabanas, que aunque escaseaba el hambre nunca dejo de comer gracias a ella. Con esta nueva percepcion y mirando al hombre de forma cariñosa le obsequio el pan. Esa noche Carlos sintio un hambre insoportable, pero una felicidad que lo eclipsaba proveniente de su buena accion.
Pasaron meses de lo acaecido, cuando una tarde era presa de un calor fulgurante, Carlos se apostaba en una esquina recriminandose aquella accion, porque despues de esa noche pocas veces habia saboreado algun sustento. Un automovil, el ultimo de ese año, arriba a su barriada y se estaciona cerca de el, un sujeto con traje formal, rostro limpio y con una sonrisa que surcaba sus labios le tiende la mano. Carlos dijo para sus adentros: Ya alucino, claro tantos dias sin comer. En un momento de lucidez recuerda aquella cara , que de sus ojos bullian las lagrimas y lloraba copiosamente, reflexiona un poco y en efecto aquel hombre flematico era el lismonero al que no le nego el pan.
He de contarles que aquel vagabundo, era un empresario distintivo, pero esa noche no escogio bien con quien codearse para irse de copas, lo despojaron de sus ropas, dinero y lo derivaron su suerte, sus andanzas lo llevaron a merodear por las calles procurando socorro, menos que nadie lo hizo, incluso pasaban sin dedicarle siquiera una mirada reconfortadora. Hasta que Carlos, lo ayudo en aquella noche bohemia en que agonizaba por el hambre, a la postre logro salir de esa barriada y llegar a su lugar perteneciente. Financio los estudios de Carlos y le dio cabida en su empresa como gerente. Carlos aun si ve a algun hombre pidiendo misericordia, le regala algunos billetes sin titubiar, recordando esta historia.
¿Increible no creen? Que personas falta de recuersos tengan un corazon tan grande, y ayuden a otras que aunque bien ellos padecen mas que al que fortifican no dejan de hacerlo.
El hurtador misero y moliente.
El granuja paseaba su mirada por las calles buscando una posible víctima. El asaltante cuando la tarde cerraba se apostaba en la misma esquina que en la víspera, como única contemplación de arrebatar carteras, billeteras o bolsos. El susodicho santurrón era un filibustero en toda regla en el arte de engañar y crear artimañas, dichas facultades mermaron al casamiento con su joven esposa, a pesar de ser un saqueador en toda sepa amaba a su esposa, ya entrada en sus últimas horas las noche regresaba a su hogar con múltiples reliquias pertenecientes a sus víctimas, que entregaba a su mujer.
Sus ultrajes bien diseñados llevaron a enamorarla profundamente, teniendo misma reciprocidad él también se encontraba en amoríos, una tarde se enzarzaron en una candente discusión que termino en desavenencias de la partida de la mujer de la casa y el cargado con los utensilios para su oficio, salió a un nuevo atraco.Ya la noche hendía paulatinamente la frecuentada calle, el apretaba con voluntad angustiosa la empuñadura de su cuchillo, colmado de impaciencia por la infructuosa noche sin padecimientos, esperaba arisco cualquier signo para su bajeza. Una mujer esbelta cruzo el recodo de la incierta calle, caminaba despacio cavilando pedirle disculpa a su marido con quien había tenido un tenue discusión, el rufián acobijado por las tinieblas de la noche salta sobre sus pies el escondrijo, hundió el puñal sin compasión en la espalda de la dama, una sonrisa maligna danzaba en sus labios y sus ojos despedían brillo ante la codicia de arrebatar objetos de valor, cesaron los alaridos de dolor y la sangre discurría por la adoquinada calle. El asaltante se le helo la sangre que circulaba por sus venas, el corazón le se le batía como un pendulo contra el pecho, con manos temblorosas por su desgracia le da vuelta y reconoce su desgracia, sus recuerdos surcan fugazmente su memoria, porque aquella fémina era su esposa.
Clase de sueños.
En un istituto de Los Teques Venezuela, una profesora impartia una perorata a una plebe de alumnos sobre que carrera escogerian en su futuro. Manos levantadas se agitaban surcando el aire, los alumnos algunos con aspavimento otros muy decididos exponian sus sueños a la congregacion, los afines de la profesora era detractar o corroborar argumentos para aboyar el sueño ( En palabras mas simples: arruinarlo). Muchos insultaban y su cara se trocaba en un aspecto funebre, no es facil cuando un sueño muere, siguieron las musitadas carreras de cada uno, ninguno chistaba al juicio de su verdugo en este caso la maestra.
Una mano danzaba con soltura, tuvo la palabra, despues de traspapelar argumentos, se bajo, este estudiante no se rindio respondio a cada rebatir: Si caigo volvere a levantarme con renovadas fuerzas, el esmero se palpara en mis labores, no cludicare de mi sueño, la vida es corta y aunque no lo logre, morire intentando ser feliz, que vale mucho mas que burlase de los sueños ajenos.
La clase completa incluyendo al estupefacto profesor prorrumpieron en aplausos efusivos, todos los que oyeron estas sublimes palabras lograron sus anhelos.
Carta del autor: Podras matar al sueño, y el soñador vovera a soñar. Podrias destrozar en volutas de papel mi sueño, pero lo recostruiria. Prefiero morir luchando por algo que me haga feliz que vivir amargo entre sueños rotos.
Preguntas a la muerte. Primera Parte.
El yermo del silencio se reflejaba en las aguas vítreas del lago, el sol realizaba su círculo diurno y la
oscuridad envolvía en sus mantos, un haya se encontraba de cara al lago sus ramas producían retorcidas sombras. Un hombre con ahincó esfuerzo llega gimoteando al claro embarazado con arrapos calcados en sangre, se deja caer al pie del árbol y embriagado por su desdicha suelta una sarta de improperios e injurias hacia la vida. Tal vez por arbitrariedad o simplemente el hecho de encontrarse a punto de morir llama a la muerte en un acto tan rudimentario como maldecir.
Una brisa frívola mecía las hojas, la luna iluminaba como farol natural el escabroso terreno, unos galopes resonaron cerca del lago, una silueta apareció súbitamente encapuchada y una capa de viaje ondeándole, cabalgando a horcajadas sobre un caballo negro, el enigmático sujeto se apeo de los estribos del caballo. Acercándose al hombre moribundo pronunció unas palabras que denotaban una ira fría contenida, recito:
—Me has llamado en un arrebato de la más ingenua incredulidad, insolente no es lo mismo llamar a la muerte que verla venir — continúo el misterioso sujeto— así que entonces no temes morir?
El hombre hizo recopilación de fuerzas y valor, y las agolpo en la siguiente frase que artículo:
— Si tu pregunta es si me enlace tanto a la vida como ahora perderla, la respuesta es no — Aunque, te expondré una propuesta — dijo lacónicamente y con una sonrisa socarrona en sus hoscas facciones.
Una ráfaga súbita de viento, elevo la capucha al misterioso personaje dejando en evidencia una calavera como cara y dos hoyuelos oscuros. Soltó una carcajada estridente que reverbero a las fauces de la noche en todo el lugar.
Que tienes para ofrecerme, estas a mi merced, — se regodeaba la muerte al exponer el desamparo del hombre.
Se… se. — Balbuceaba el hombre al encontrarse en presencia de su fin— se… donde… esta…
La muerte saco su hoz, con la determinación de arrancar otra vida del mundo mortal. Por un segundo a la luz de la luna centellaron los agujeros que tenía como ojos iluminando unas joyas rojas engastados en ellos.
Sospesando la propuesta de aquel hombre, le escruto el rosto macilento al desahuciado.
— No cuentes cuentos al que sabe de historias, y repliega tu ardid o no demostrare más clemencias a hacia semejante escoria mundana — Sulfuro la muerte.
Mi luna. Primera Parte.He de contarles que este cuento no tuvo buena acogida y por ende no lo seguire, pero me trae como aroma recuerdos que me hace ponerlo en el pabellon de los mas queridos por mi.
La noche bohemia se precipita ante mi, con una luz brillante que trasluce una luna errante en el firmamento. De bealdad se llenan mis pupilas, ante la presencia de los bellos astros y coquetas estrellas, que me arriban recuerdos de ti.
O podria escribir: El acobijo azulado con titilantes costelaciones y su beligna brisa nocturna susurra tu nombre, de cualquier manera en que redacte los recuerdos estaran calcados en mi hoja.
Queria hacer salvedar y aclaratorias de como escribire esta anectoda por si llega a tener vencidad con la cursileria.
Pero que noche tan dulce y preciosa acaecida la que te encontre, al igual que la famosa obra de arte " El Principito" la prueba fehaciente de su existencia era que podias danzar y sonreir con destello. La historia tiene su inicio de esta manera:
El atardecer se discurria como una cortina con perchas, sobre el contorno de unas lejanas montañas, mis pasos eran asistisdo por una marcha amodorrante de mi potra. Tomamos un pequeño descanso reparador frente a un acantilado perpendicular, debo de confesar que quede estasiado con el parnoramatan tan cerca del cielo( mis manos podian rasgarlo) Y enodadado cuando el crepusculo ya se difuminaba. El claro (donde descansabamos) quedo irradiado por la luna, mi pequeño farol natural, la luna simpre me ha parecido hermosa, y hasta ahora me siento atraido y acuciado por su claridad. Esta noche no fue distinta tenia vehemencia de adorarla, por ello le confese: Luna amada mia, llanad mis ojos de tu esplendor,desdicha la mia al no poder tocarte como ser, sin saborearte, sin abrazarte, sin tenerte. He de hay, tu mi aliciante de donde nace estos versos que llevaban su honor.
Luna bajad que sere tu amante.
Tal vez una noche efimera, tal vez una noche eterna.
Bajad que estoy ferviente de ti, bajad con colorido danzante.
Que tus besos no tengan clemencia hasta la lasitud.
Que el jolgorio y lo jovial de esta velada, sean impedecederos recuerdos.
Que su mera presencia suplante los sentimentos infaustos, amame con impetu.
Que lo desatinos de las caricias, los desvarios de tu aroma, me exilien del mundo de los cuerdos.
Que los raptos de dicha hagan perder la nocion de nuestra existencia.
Ridiculizemos a filantropos, eruditos, y filosofos con una quimera en sus hipofisis de amor como el nuestro.
Luna baja que te estoy esperando.
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