En una plaza del centro de la ciudad, con una fuente que esparcia abundante agua, y varios edificios que se levantaban imponentes. La ciudad estaba consagrada como Vicario y el trafico de peatones se detenia y aguardaba expectante el inicio de la contienda politica, en esta ciudad los dos acerrimos rivales se presentaban en la plaza, y exponian y rebatian, con argumentos impecables segun ellos a los del contrincante.
Asi pues a los pocos minutos de su aparicion publica, la plaza se hallaba abarrotada de fisgones, los mas encarnecidos partidarios formaban corros y con flamantes vitores animaban a su campaña, y algunos disperdigados individuos.
El primer flematico hizo su presencia era un hombre flaco, ameno conversador, de grandes luces, nariz aguileña y facciones delicadas.
Frente a su opositor con mirada despectiva se encontraba el segundo mandatario, un hombre de fisonomia regordeta, bigote basto y lentes de media luna sobre su prominente nariz.
El agasajo y los gritos entregados al jubilo de los circuspectos dio inicio a la justa.
— Yo prometo al pueblo, al corazon de nuestra nacion, buenos sustentos y economia estable. — anuncio el primer politico.
— Que insignificancia— Reprimio el segundo ilustre— Yo presento a vista del pueblo con licitud apreciable cargos elevados y construir buenas casas.
Un niño mediando la edad de 7 años con lagrimas que surcaban sus hermosas facciones de cristal y se deslizaban por su nariz perfilada, envalentonado se inmiscuyo al centro de la aglomeracion donde profesaban sus argumentos los duelistas, el niño supicaz agarro por la solapa al regordete que despartia contra su rival. Y con voz ahogada le dice.
— Señor me regalaria un poco de pan por favor— Agolpo el niño en su ignomiosa necesidad de alimento, que noches visperas se le habia negado, y su estomago gruñia por esa causa.
La figura del despartidor lo zarandeo y en dandole rienda suelta a su enemigo, lo tomo por los hombros y con una voz totalmente diferente a la tierna y meliflua que usaba con la muchedymbre le espeto.
Estupido niño tranquilizate, ¿ No ves que intento recaudar dinero para mis bolsillos? — Dijo con saña, el entrecejo fruncido y escupiendo entre el espacio que lo separaba con el niño.
El niño apartandose bruscamente de aquel abominable hombre, huye hacia el segundo repartidor de bienes, el de semblante amigable y bondadoso. Llego al sitio donde ardiente y calurosamente escupia fallos en los designios del otro, el niño repitiendo el procedimiento que hizo con el primero. Le apostillo con voz tierna, y sus ojos despedieron el candor de su edad. Me regala un poco de pan, llevo noches sin comer.
El flamatico disputante le bramo:
— Dejame ingrato niño, ¿ No ves que intento enriquecerme?— Y dandole un empujon al pequeño siguio su perorata.
El niño regreso a su sitio de observacion, y con repugnancia sigui el hilo de cada movimiento que holgaban los hombres mal educados que le negaron comida. Junto a los camiones cuya utilidad era llevar las bocinas, pancartas y demas artificios o utencilios para promover su campaña, se encontraban un gurpo de personas pertenencientes a cada camion correspondiente de cada bando.
Este cortejo de personas ampliaban sus bocas en sonrisas sancarronas y rumiaban insultos por lo bajo al equipo contrario de sus combatientes, el camion restante su comitiva reia a casa propuesta de su mandatario a mandibula batientes. Y el pueblo formaba un griterio a cada palabra que recitaban los labios de los dos flamaticos impostores.
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