domingo, 10 de marzo de 2013

Cuento. Vegabundo empresario.


Carlos un joven de clase pauperrima, iletrado, endeble, y de cabello lacio enfilaba una calle de la barriada apesadumbrado despues de la muerte de su madre famelica. El anochecer embotaba las aceras, Carlos vagaba por las calles inhabitadas a las altas horas de la noche, husmeando y mendigando cada rincon por recoveco que fuera y cada cesto de basura. Una anciana que ya se recogia de la helada noche se compadece del joven y le regala una hogaza de pan, Carlos experimentaba una dicha que desbordaba, tantas noches sin probar bocado. Sin premura se refugio en el carton desvencijado que le servia como techo para la lluvia, apunto estaba su paladar en disgustar cuando escucha un llanto lastimero, lo invade la curiosidad y acude en pos de los alaridos. Observa con avidez a un hombre con indumentaria andrajosa, descalzo y secundado por unos cuantos golpes en el rostro, el hombre lloraba en lagrima viva. El desahuciado mira la hogaza con los ojos anegados en lagrimas, y sin mediar palabras instaba a que le dieran un poco, Carlos intento mostrarse reacio, ¿como abandonar el alimento que a mi se me ha sido negado en tantas veladas?, pero algo habia en ese sujeto que mitigaba compasion, Carlos rememoro no sin cierta tristeza el obrar noble de su madre, que noches frias ella le donaba sus sabanas, que aunque escaseaba el hambre nunca dejo de comer gracias a ella. Con esta nueva percepcion y mirando al hombre de forma cariñosa le obsequio el pan. Esa noche Carlos sintio un hambre insoportable, pero una felicidad que lo eclipsaba proveniente de su buena accion.
Pasaron meses de lo acaecido, cuando una tarde era presa de un calor fulgurante, Carlos se apostaba en una esquina recriminandose aquella accion, porque despues de esa noche pocas veces habia saboreado algun sustento. Un automovil, el ultimo de ese año, arriba a su barriada y se estaciona cerca de el, un sujeto con traje formal, rostro limpio y con una sonrisa que surcaba sus labios le tiende la mano. Carlos dijo para sus adentros: Ya alucino, claro tantos dias sin comer. En un momento de lucidez recuerda aquella cara , que de sus ojos bullian las lagrimas y lloraba copiosamente, reflexiona un poco y en efecto aquel hombre flematico era el lismonero al que no le nego el pan.
He de contarles que aquel vagabundo, era un empresario distintivo, pero esa noche no escogio bien con quien codearse para irse de copas, lo despojaron de sus ropas, dinero y lo derivaron su suerte, sus andanzas lo llevaron a merodear por las calles  procurando socorro, menos que nadie lo hizo, incluso pasaban sin dedicarle siquiera una mirada reconfortadora. Hasta que Carlos, lo ayudo en aquella noche bohemia en que agonizaba por el hambre, a la postre logro salir de esa barriada y llegar a su lugar perteneciente. Financio los estudios de Carlos y le dio cabida en su empresa como gerente. Carlos aun si ve a algun hombre pidiendo misericordia, le regala algunos billetes sin titubiar, recordando esta historia.
¿Increible no creen? Que personas falta de recuersos tengan un corazon tan grande, y ayuden a otras que aunque bien ellos padecen mas que al que fortifican no dejan de hacerlo.

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