El pintor trabajaba en su nueva obra, para ello, frecuentaba las plazas de mármol bajo el sol amodorrante del mediodía, un árbol gigantesco en pie del costado de la banca le brindaba agradable sombra, desde aquella perspectiva tenia a mano una visión de la calle que corría como acequia al frente. En su nuevo lienzo se plasmaría el rió de transeúntes, el hombre sentado en una banca ocultado tras un periódico delineando la figura de una mujer, el niño lloriqueando agarrado con fuerza de la falda de su madre, un par de achispados gorjeando canciones ininteligibles, un día en su suburbia.
Las pinturas del excelso pintor eran magnificas, su pincel en movimientos de barita mágica retrataba esplendidas figuras, pletóricas de realismo, que si se hubieran escabullido de sus marcos de oro colgado en la pared fueran tajantemente perfectas. Imbuía los sentimientos allí plasmados, si la tristeza daba sus golpes someros bastaba con ver una obra de este estupendo artista, por ejemplo en una cena donde tintineaban los platos en son de música, el mantel cayendo perpendicular hasta las lozas, y los personajes bailando y danzando en completa energía, y sentías unos ánimos incontrolables de acompañarlos en su jarana.
Era un tipo de lo mas extravagantes, vivía entre una runa de lienzos coloreados por el, no intercambiaba palabras con ningún allegados ( Los escasos camaradas que tenia lo catalogaban como un loco), por esta razón se sorprendió en sumo grado, cuando una mujer consumiendo un cigarro en sus fauces y el humo gris elevándose y ella sobrecogida buscaba su mirada.
El pintor contenía una ensoñación que recorría todas sus fibras, ardía en deseos de convergirse en los colores, colorear las lomas en un alba dorandolas, en los cañaverales ser el azul tenue de un riachuelo, el verde hondo de las hojas, blanquear los riscos de las imponentes montañas, las negrura que en relampagueos ocultaba el cielo en nubes. La ensoñación lo consumía, quería vestirse en un lienzo de colores desnudos, le era insuficiente las demás obras de su millar, el quería ser una obra.
Se percato por fin del incesante mirar de la mujer, que cruzo la calle elegante, sentándose a su lado.
Ofreció un saludo que recibió entusiasmado.
--- Que haces todas las tardes que te sientas aquí--- pregunto con una voz suave, tersa como sabanas.
--- Concreto una de mis obras--- Objeto el pintor deprimido.
--- Tanto te entristece representarla.--- Buscando la mirada,
Cayeron como pluma sobre la cama, abarrotada de lienzos blancos, el sudor perlaba sus frentes,
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